Mito 1: por qué los psicólogos nos llamamos así (historia de la diosa Psyque).

 


    Los antiguos griegos tenían una palabra, ψυχή ("psyché"), cuyo significado exacto no existe en el castellano actual. Cuando tenemos que traducirlo, utilizamos términos como "mente" o "alma" que, aunque son bastante cercanos al original, no engloban por completo el sentido de la palabra griega.
    Para los griegos, la psyché era el primer aliento de aire que inhala un recién nacido y que lo acompañará hasta el día de su muerte. Y es que la palabra, en un origen, significaba eso, "soplo, aliento", aunque terminó englobando mucho más. Es la vida que cualquier humano guarda en su interior, algo así como su esencia. Supongo que en el fondo alma y mente sí que son traducciones bastante cercanas, ¿no te parece? Aunque, al mismo tiempo, la palabra se usaba para denominar también a cierto insecto alado que hoy conocemos como mariposa 🦋. Me temo que no hay ninguna traducción que nos sirva por completo. Nosotros, al contrario que los griegos, no imaginamos hoy que nuestro alma aguarda en nuestro cuerpo con forma de mariposa.
    Pero esto no es todo: los antiguos griegos, por si no fuera suficiente, tenían a una heroína con este nombre, la joven Psyque, cuyo mito es del que queremos hablaros hoy. Escuchad, aunque tal vez la historia os resulte familiar:

    Un rey de Anatolia tuvo tres hijas, siendo la menor de ellas, Psyque, la más hermosa de todas. Tanto, que incluso la diosa del amor, Afrodita, estaba celosa de su belleza, por lo que decidió enviar a su hijo Eros (conocido como Cupido por los romanos) para que le lanzara una de sus flechas encantadas y la obligara a enamorarse de un monstruo. Pero Eros no pudo hacerlo. Él mismo se enamoró de Psyque. 
    Consciente de que su madre jamás aprobaría su unión, Eros decidió actuar en secreto y se llevó a Psyque a un palacio escondido repleto de los mayores lujos. Para Psyque, cuya vida había sido desdichada por soportar las envidias de sus hermanas y los acosos de sus pretendientes, aquel palacio fue un oasis de felicidad... Incluso si también conllevaba casarse con un hombre al que tenía prohibido ver. Y es que Eros, por su seguridad, tan sólo visitaba a Psyque de noche y a oscuras. Pero esto a ella no le importó, y también acabó enamorándose de él. Ambos se querían, y estaban dispuestos a soportar aquella situación con tal de seguir estando juntos. 
   No obstante, Psyque no podía evitar extrañar todo lo que había dejado atrás. A pesar de lo crueles que habían sido con ella, Psyque extrañaba a su familia, por lo que terminó convenciendo a su esposo, cuya identidad desconocía, para que permitiera a sus hermanas visitarla. Eros, con tal de hacerla feliz, accedió a conducirlas a su palacio, aunque sospechaba que las dos hermanas, carcomidas por los celos, encontrarían la forma de truncar su dicha.
    No se equivocó. Y cuando Psyque habló al fin con sus hermanas, ellas la convencieron de que sólo un auténtico monstruo le ocultaría su identidad a su esposa. Aunque Psyque no creía algo así, la duda se instaló en su corazón, y empezó a preguntarse con quién se había casado realmente. Quién era la persona que la visitaba cada noche, a la que amaba... Pero cuya identidad desconocía. 
    La curiosidad pudo con Psyque. Y olvidando todas las promesas que le había hecho a su esposo, encendió una lámpara de aceite y observó su rostro incluso si él le había avisado de que así, conociendo quién era en realidad, tan sólo conseguiría que todo se terminara.
    La luz no le mostró a Psyque ningún monstruo. De hecho, su marido era el hombre más apuesto que ella hubiera visto jamás. Y reconoció en aquellas facciones al dios Eros. ¡Se había casado con un dios y había descubierto la felicidad a su lado! 
    Sin embargo, todo aquello se terminó: una gota de aceite cayó en el hombro de Eros, despertándolo. Cuando descubrió que Psyque le había visto, que había roto las promesas que le había hecho, el dios tuvo que marcharse herido de allí. El hechizo se había roto, y ellos no podrían seguir juntos. 
    En el momento en que Psyque se dio cuenta de lo que había hecho, empezó a recorrer llena de arrepentimiento la tierra para recuperar a su marido, quien guardaba cama en el palacio de Afrodita: la quemadura de su hombro le había dejado completamente indispuesto, le había arrebatado todas sus fuerzas. Psyque, después de mucho viajar, por fin logró encontrar a la diosa del amor, tan enfadada con ella por todo lo que había hecho, que decidió retarla a cuatro pruebas imposibles para cualquier mortal: si las superaba, podría volver con Eros. Psyque, tenaz y determinada, aceptó.
   Psyque tuvo que demostrar un gran valor para conseguir superar todos aquellos retos. A pesar de las dificultades, no se rindió, y fue cumpliendo todas las tareas imposibles de Afrodita. Y cuando la diosa la ordenó bajar al infierno, Psyque lo hizo. Estaba dispuesta a todo con tal de cumplir su objetivo. Ella no iba a rendirse, y con su trabajo, además, ayudó a sanar a Eros. La lucha que estaba llevando a cabo para reencontrarse con él estaba deshaciendo todo el mal que le había hecho a su marido, y mientras Psyque peleaba por recuperar su vida, también hacía que su marido recuperara su salud. La herida de su hombro sanaba a medida que Psyque volvía a acercarse a él.
    Psyque, por descontado, superó todas las pruebas. Pero cuando estaba regresando del inframundo, sufrió un momento de flaqueza. Las fuerzas le abandonaron un instante, y cayó en una trampa que Perséfone, la reina del infierno, le había dado para que le entregara a Afrodita. La joven, justo cuando estaba a punto de cumplir con todos los retos que le habían impuesto, cayó dormida en un sueño mágico del que no podría despertar. 
    Por suerte, Eros hacía tiempo que se había recuperado de su herida, y él había estado protegiendo a su esposa en la distancia. Todo había quedado perdonado y Eros la amaba más que nunca. Por esta razón, recogió el cuerpo dormido de Psyque del inframundo y lo llevó al Olimpo, donde le pidió a los dioses que se la devolvieran y permitieran su unión. Zeus en persona hizo oficial su matrimonio cuando la joven despertó y tornó a Psyque en inmortal, otorgándole también unas alas de mariposa como símbolo.
    Desde ese día, la joven, que se había ganado ser feliz después de todo su esfuerzo, se convirtió en la diosa del alma humana. Ella es la que nos cuida cuando nos flaquean las fuerzas, la que nos ofrece comprensión cuando sufrimos, porque entiende bien lo que es sufrir. Psyque es la diosa que nos guía. 

    De su nombre derivó el nuestro: somos psicólogos porque continuamos con su trabajo divino, guiando también a todo aquel que nos necesite. La nuestra es la ciencia del alma. Y estaréis de acuerdo conmigo, estimados deportistas, en que la historia de Psyque también es un gran ejemplo de cómo sólo con valor, constancia, esfuerzo y sacrificio puede un humano alcanzar el título de Olímpico. 
   🦋 No te rindas nunca 🦋

Comentarios

Entradas populares