Emoción.

   
    Las emociones están ahí para todo el mundo, y tienen una función fundamental en nuestras vidas: son necesarias y nos aportan mucho más de lo que podríamos pensar en un primer momento, incluso aquellas a las que llamamos "negativas". Una emoción es una respuesta subjetiva que tenemos ante una situación determinada, y este abanico de respuestas es tan amplio que dos personas en la misma situación no tienen por qué responder igual. Todas las emociones pueden ser adaptativas (nos enseñan a desenvolvernos adecuadamente en el contexto en el que vivimos), sociales (nos ayudan a comunicarnos con los demás) y motivacionales (nos muestran aquello que nos resulta agradable para que podamos repetirlo y, al mismo tiempo, señalan aquello que no es bueno para que lo evitemos). Además, las emociones también tienen una cierta base en la experiencia, de tal forma que vamos aprendiendo qué sentir en cada momento. Esto no es sólo útil a nivel adaptativo, sino que también nos ayudará a trabajar ciertos aspectos concretos para mejorar nuestro rendimiento. Sin ir más lejos, ¿recuerdas los nervios de tus primeras competiciones 😨? ¿No han ido disminuyendo con el tiempo? 
    Aunque hay muchísimas razones que explican por qué las emociones son fundamentales para nosotros, es importante tener en cuenta que las emociones influyen en lo que pensamos y en lo que hacemos. Vamos a aprovechar para rescatar cierto esquema, que ya hemos usado (¡y volveremos a hacerlo!), para explicar esto:
    
    
    Un ejemplo: ¿recuerdas la última vez que te sentiste triste, sea por la causa que sea 😢? Probablemente, mientras sentías esta emoción, tu energía disminuyó, por lo que no te apetecía hacer nada... Aunque tal vez sí se te ocurrió escuchar música 🎧. ¿Y qué canción elegiste? No una de estas que suenan en las verbenas y que hacen que toda la plaza del pueblo salte, ¡eso seguro que no! Pero seguro que sí que te pusiste música triste, o que tú asocias con esta emoción ☔. Es decir, que mientras sentías tristeza, tus pensamientos daban vueltas sobre lo que te había pasado y tus acciones, además, tenían relación con esta emoción. Así que sí, casi siempre pensamos y hacemos cosas en función de aquello que estamos sintiendo en ese momento. Otro ejemplo: la ira 😡. Cuando estamos enfadados, también por la causa que sea, muchas veces le damos vueltas a lo que ha pasado, rumiamos lo que pensamos al respecto y, a veces, intentamos canalizar esta emoción gritando, discutiendo o golpeando cosas, ya que parece que nuestra energía ha aumentado. Hay que tener en cuenta que las emociones, por lo general, tienen una duración determinada en función del estímulo que las ha generado. Y que, en este tiempo, solemos procesar la emoción a nuestra manera, realizando una serie de conductas para aliviarnos y que muchas veces tienen un fundamento fisiológico. Llorar, gritar, reír, temblar... Las respuestas también suelen ser subjetivas, y tampoco tienen por qué ser malas. No obstante, hay que tener en cuenta que es importante que nuestra reacción se ajuste a la emoción: que no sea ni exagerada ni débil, que se adapte a lo que estamos viviendo. Hay ciertas conductas que son adecuadas en un momento y en otro, no. Pero, en general, lo más sano es expresar la emoción. Y es que, si la guardamos, corremos el peligro de perder las emociones positivas y de empeorar las negativas. Saber controlar las emociones, ajustarnos al contexto, es imprescindible, pero antes de esto hay que aprender a identificarlas, junto a la situación que las ha causado. Sólo sabiendo esto podremos controlar nuestra respuesta y aprovechar todo nuestro potencial. 
    Lo cierto es que las emociones forman parte de uno de los temas clásicos de estudio de la Psicología, así que a lo largo de los años se han generado multitud de teorías al respecto. Sin embargo, actualmente una de las más aceptadas es la de Paul Ekman (1972), quien demostró que existen emociones básicas y universales. Es decir, que cualquier persona en cualquier parte del mundo siente e interpreta ciertas emociones de la misma manera. Según Ekman, estas seis emociones básicas, a partir de las cuales se van derivando todas las demás, serían las siguientes: alegría, ira, tristeza, miedo, asco y sorpresa. (¿Os suenan? ¡Hay una película de Disney al respecto! 😻).
    Muy bien: analizada la importancia que tienen las emociones en nuestra vida diaria, toca centrarse en por qué un buen control emocional es fundamental para cualquier deportista. Es inevitable tener emociones, y ya hemos dicho que ninguna de ellas es mala per se, siempre y cuando la respuesta que estemos llevando a cabo esté ajustada a la situación que vivimos. Conocer nuestras propias emociones y saber gestionarlas es de vital importancia para un deportista, porque continuamente están siendo expuestos a situaciones muy exigentes que implican que esté trabajando a su máximo rendimiento. Es decir, que el deportista tendría que aprender qué siente cuando compite bien y buscar este estado emocional para repetirlo siempre que sea necesario. Un factor importante en todo esto es la Inteligencia Emocional, de la cual hablaremos en profundidad en un futuro. En todo caso, por ahora basta con decir que es la capacidad de las personas de identificar, comprender y regular las emociones propias y de los demás. Y si hablamos en concreto de un deportista, podemos comentar también que, según un estudio de Gallardo-Escribano, Domínguez-Mesa & González-González de Mesa de 2019, la Inteligencia Emocional dota a un deportista de una serie de "meta-habilidades" que le permiten extraer información de las diversas situaciones a las que se enfrenta, para poder percibir, controlar y emplear esta información para maximizar su rendimiento personal.
    Cuando queremos ganar un campeonato, tenemos que dar todo de nosotros mismos. Hay que entrenar duro, hacer sacrificios y, en definitiva, pelearlo mucho. Este es el único camino que lleva hasta la victoria... Un camino que será largo y que, además, nos tendrá preparadas muchas emociones fuertes. Pero si aprendemos a utilizar estas emociones a nuestro favor, si aprendemos a entenderlas, llegará un momento en que este camino no sólo nos resultará agradable, sino que también aprenderemos a impulsarnos en lo que sentimos para avanzar más rápido. Teniendo esto en cuenta, ¿no crees que merece la pena entrenar también nuestras emociones? ✊

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