Activación.

 
   La activación es energía. Según palabras de Duffy (1957), la activación hace referencia al grado de intensidad con el que se ejecuta una conducta, pudiendo ir desde el sueño más profundo hasta la excitación máxima. 

    Así pues, la activación es necesaria, pues es esta energía la que nos permite llevar a cabo cualquier conducta. Y como tal, es neutra: es decir, la activación no es algo positivo ni negativo, sino que sencillamente es la que es. El truco está en encontrar un punto óptimo en el que el nivel de energía sea el adecuado para realizar la tarea que queremos llevar a cabo.
    Este punto óptimo de activación es el que favorece el buen rendimiento deportivo: sólo cuando lo alcancemos podremos competir al máximo de nuestras capacidades. Sin embargo, hay que tener presente que el punto óptimo varía de un deporte a otro, de un deportista a otro e, incluso, de un momento de la competición a otro. Cada momento requiere de una activación diferente, así que, al final, se trata de conocerse a uno mismo y saber qué necesito en un momento dado para buscar esas sensaciones. Aún así, es importante tener también en cuenta que este punto óptimo, normalmente, no es ni muy bajo ni muy elevado. Habitualmente se representa haciendo uso de una U invertida: 

    La activación está siempre presente, en cualquier actividad que llevemos a cabo, y por esto es importante conocer otros conceptos que, aunque estén relacionados, son diferentes. A saber: la activación no es estrés, ni tampoco ansiedad, a pesar de que popularmente se confundan.  
    El estrés aparece cuando se produce un desequilibrio entre la capacidad de respuesta y la demanda cuando las consecuencias de no llevarla a cabo son importantes. El estrés sí tiene una valencia, puede ser positivo o negativo, porque a veces ayuda al deportista a focalizar mejor sus energías en el ejercicio que está llevando a cabo. Y esto ocurre porque tiene un componente subjetivo: que la persona crea que su capacidad de respuesta no es suficiente no significa que esto sea cierto, porque tal vez sí sea capaz de sobrellevar la situación. 
    Por el otro lado tenemos la ansiedad, que sí tiene un cierto componente negativo. Y es que se trata de una emoción que aparece cuando la activación es elevada, y que sí puede convertirse en un lastre para el deportista. En general la ansiedad no es una buena compañera del deportista, por lo que es recomendable realizar ejercicios para controlarla. Y entender que niveles altos de activación no van ligados inexorablemente a la ansiedad
    Muy bien, hasta aquí la teoría. Ahora lo importante es saber cuáles son los niveles adecuados de cada deportista, ¿no? La activación es un concepto subjetivo que se puede medir de forma objetiva, que se puede manifestar de muchas formas diferentes (a nivel fisiológico, cognitivo o motor). Las formas más habituales de medir la activación son la respuesta cardíaca, el pulso o la tensión muscular. También se puede detectar con pensamientos negativos o con ciertas conductas, como ir al baño con frecuencia
    Al final, se trata de que cada deportista aprenda a conocerse a sí mismo, que sepa qué le pasa en cada momento dado de la competición. Y llegado a este punto, buscar el mejor entrenamiento para él y para su deporte. 

Comentarios

Entradas populares